Vuelta a la casilla de salida
He estado toda la semana sin escribir porque tenía miedo de estropear el silencio. Todo lo que tenía pensado ha salido del revés, y he descubierto que hay un estado de ánimo que es peor que el de estar muy triste, y es el de no estarlo demasiado. Creo que sabéis de lo que hablo. Que la tristeza siempre suele llevar un lugar mejor, pero ese “ni fu ni fa”, sinceramente, a ninguno. Pasar por la vida sin más debería estar prohibido. Y llevo muchos días así, tomando decisiones desacertadas que ni retroceden ni avanzan casilla. Por eso son desacertadas. Es que no llevo nada peor que eso: el estar quieta, en blanco, que no haya un cosquilleo que te active, una película que te emocione, una canción que escuchar en bucle, un libro del que no querer irme, un bolígrafo que no soltar.
Pero ayer por la tarde, durante una charla sentadas en Boteco da DRI (una de mis terrazas preferidas de Lisboa), con el Tajo a un lado, una de nosotras pronunció una frase sobre la que volví pensando durante la hora y media de paseo al piso:
Cuando lo dejé con mi ex pasé el duelo sola, como tenía que ser, pero dormía con una almohada detrás de la espalda para sentir el calor al que estaba acostumbrada”
Es demasiado fácil empatizar con esto, ¿no?
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Os cuento también que esta semana el corazón me ha latido un poco más fuerte cuando me he encontrado por segunda vez con otra frase. Primero, creo que fue Anna Castillo quien publicó una fotografía en Instagram de ella. Después, escuchando el capítulo de Contingencia: aquello que no fue, del podcast de Punzadas sonoras, rebobiné, y supe que pertenecía a La novia grulla (Libros del Asteroide, 2023), de CJ Hauser. Parafrasea a Forrest Gander, pero:
Otro tropiezo tonto y vuelta a la casilla de mi propio cuestionamiento”.
Me siento de puntillas todo el tiempo. No sé si me explico.
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En ese mismo podcast, otro apunte:
La pérdida de ese futuro alternativo, me sigue poniendo los pelos de punta”.
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Es que veréis, yo por dejar, dejo ir todo lo que no quiere estar. Lo hago fácil: dejo que vuele, y le deseo que el camino le sea ligero. Creo firmemente en que cuando algo debe suceder, sucede, y lo hace ya sea con un camino de curvas andado, o a la primera de cambio. Que no entienda la dirección ya es otra historia. Y que no la vaya a entender nunca algo que puede que no llegue a asumir. Pensar en esto me recuerda también a lo que subrayé de Sofia Lucas en la carta que escribió el mes pasado para VOGUE Portugal:
por vezes, entendemos muito pouco do que esta a acontecer conosco num determinado momento e só passado algún tempo conseguimos olhar para trás, vivir as consequencias, e finalmente entender o que un acontecimiento realmente significou, e o que estava a tentar ensinar-nos”.
A veces, ni desnucándonos de mirar atrás. Así os lo digo.
Plan para un día gastro informal:
Desayunar rico en Tomorrow at 9, con un menú que combina con sus plantas es una buena manera de empezar el día.
En Magnolia Lisboa, además de buen vino, brunches y comida, hay un ambiente acogedor y mágico que bien merece la pena conocer. Un plus: está en mi plaza favorita, a Praça das Flores, que toma nombre de un antiguo mercado de flores que antes se emplazaba allí.
El día de mayor frío, cené con mi amigo D. en Gurkha, un indio riquísimo que suele tener descuentos en The Fork.
Otras cosas que os cuento:
Agradecí a la vida por poder encontrarme con mis padres y mi hermana en Oporto. Llegué tarde porque mi autobús tuvo algún problema. Comimos rico en Bacalhoeiro en Gaia. Esa zona me gusta mucho más que el otro lado del puente. Es bastante de cuento. Después, paseamos por el distrito WOW.
Recibí un email con otra muy buena noticia, y es que no sé si aguanto hasta contárosla.
Alguien que pensaba que igual desaparecería de mi vida ha cumplido su promesa de ser super nice, y me ha propuesto embarcarme en una aventura que es un poco loca, pero que me apetece como pocas cosas ahora. Puede que sea otra decisión desacertada, pero voy a ver si puedo llevarla adelante, y ya os cuento. La vida siempre sorprende, y estas son las cosas que me hacen quererla, con sus más y sus menos. Las aristas la hacen bella.
Me han invitado a un gathering de mujeres en Estoril, y aunque dije que nunca volvería, que siempre iría directa a Cascais, creo que voy a dejar mi palabra a un lado y enfrentarme a ello.
El estado de whatsapp de Carmen es delicia: I am art (estoy harta).
Yo también, ambas cosas.
Estoy esforzándome mucho, de manera consciente, por cambiar las cosas de las que me quejo (y me quejo mucho siempre).