“Volver al sitio que se había dejado. Volver de un viaje. Volver a una casa. Volver a un cuerpo ajeno […] Y es difícil volver. Porque en la ausencia del que se fue la película sigue corriendo”. Son las palabras de Leila. Las leo esta mañana en su columna de El País mientras me tomo el café en una terraza del mercado del barrio, pensando que todo sigue igual, pero al mismo tiempo todo es diferente. No somos los mismos hoy que ayer, ni lo que no que nos rodea lo es. Y menos mal pero al mismo tiempo qué mal, porque esta vuelta a Lisboa se me está haciendo bola. La cojo, por un lado, feliz, la abrazo fuerte porque no quiero que se me vaya. El naranja de su cielo a primera hora es el más bonito que he visto jamás. No combina en absoluto con las fachadas de las casas, pero qué más da, porque en el caos reside la magia. Pasearla me sigue pareciendo una actividad preciosa. Conocerla, caminar sin apenas revisar maps, leer los titulares que cuelgan de los quioscos sin usar el traductor o perderme en una conversación cualquiera. Sin embargo, lo pienso. No sé si ya quiero estar aquí, o si es solo un pensamiento pasajero. Trato de seguir todos los consejos que me dijo la psicóloga:“encuentra la calma, tu paz, come y duerme bien entre semana”. Lo intento, de verdad que lo intento… La frase de Fernando Lemos también se calva un poco dentro: “Tengo dos patrias, una que me hace, y la otra que me ayuda a hacer”. Otra: “Caminamos aturdidos, en la estructura de la expectativa, no sabemos dónde comienza una esquina, ni donde terminan nuestras direcciones”. Hay más: “Construyó su identidad en un territorio afectivo, ambiguo, en el cual se mezclan la ‘patria recusada’ y ‘el país de adopción’”. Yo la verdad es que no sé cuál es mi patria. Estos días ni siquiera sé si quiero tener patria.
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Vivo sucesos que siento como desagradables. Vuelvo a pensar que a veces debo ser más dura, poner más límites, saber decir lo que no me gusta, parar lo que me inquieta. Cris me lo dice hoy mientras me desahogo con ella. Me conoce bien, me conoce tan bien que en todas nuestras discusiones acabamos entendiéndonos tras horas y horas dándole vueltas.
Cris está leyendo un libro mio de Françoise Sagan que le llevé este verano a Barcelona, y pronto le voy a enviar el otro de Tallón. Estamos jugando a ver qué subraya cada una de un mismo libro, porque así también seguimos conociéndonos. Que llevamos desde 2012 haciéndolo, pero cada día que pasa cambiamos un poco y esto es como la tecnología: o te actualizas o te quedas atrás. Y tenemos que seguir viendo si cada nueva persona que somos sigue encajando con la que éramos. También la de si nos sigue encajando la de una a la otra. Somos un tanto analógicas pero parece que de momento va bien, leyendo las instrucciones y siguiéndolas.
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Recibo un whatsapp bonito esta mañana. Hay que personas que tienen una luz especial, y te hacen sentir que tú también la tienes.
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Cada día siento que leo mejor a los demás. ¿Es normal que me asuste?
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Confirmo que estos últimos 10 meses han sido los peores que he vivido de los que recuerdo, pero que han estado plenos de los momentos más alegres, apasionantes, y coloridos que he vivido jamás.
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El sábado pasado probé la cerámica por primera vez. Canté a grito pelado Arde Bogotá en mitad de la multitud del Granada Sound. Las Ginebras lograron que toda esta semana las reprodujese en bucle. Lalaloveyou me hizo saltar. Y Natalia Lacunza me recordó aquella charla para Bamba que tuvimos.
*En serio, soy tan contradictoria como privilegiada. Cuando alguien me pregunta dónde quería estar hace años le respondería que precisamente en este momento. Ahora no sé si es lo que quiero, pero sé he llegado a ello. Que he podido alcanzar esa meta…Y que estoy preparada para otras.